Una sonrisa de Dios en nuestro tiempo

SALUDOS DEL PADRE EUGENIO CÉSPEDES


Muy queridos y recordados en la Oración:

Quiero utilizar el correo de mi muy querido Amigo Don Sergio Candia, al que le pido disculpas, ya que no tengo por ahora otra forma de comunicarme con Uds. Gracias !! , mi querido viejo Sergio.

Quisiera hacer llegar a todos y cada uno de los Señores Diáconos, junto a sus queridas Esposas e Hijos, mi más cariñoso saludo, acompañados del recuerdo agradecido por Uds., en la Oración. Hoy que celebramos un año más la Fiesta de San Lorenzo, patrono de los Diáconos, me uno a Uds. en la Santa Eucaristía y pido a Dios los colme de sus bendiciones junto a los suyos y les de salud y paciencia en la misión que nos ha tocado compartir al servicio de la Iglesia que peregrina en Puerto Montt a la Jerusalén del cielo. En la misma Eucaristía haré recuerdo de nuestros hermanos del gremio que ya gozan de la vida sin fin.

Agradezco la cordial invitación para acompañarles en el rico almuerzo de aniversario, pero, por razones pastorales, no podrá ser, sé que Uds. comprenderán.

Les abraza en comunión de Oraciones. P. EUGENIO.

P. Eugenio Céspedes, ex-asesor

P. Eugenio Céspedes, ex-asesor
San Lorenzo, 2007

San Lorenzo nos une


Querido hermano Sergio, un gran saludo para ti en este día tan importante para nosotros, en que recordamos y celebramos a nuestro Patrono, san Lorenzo; a él le pedimos que nos oriente y acompañe en nuestro humilde servicio al Señor y a nuestros hermanos. Que lo acojamos como ejemplo de servicio y de entrega.

Para ti hermano, muchas felicidades en tu día, gracias por tu servicio silencioso, con el que nos mantienes informados, compartes tus sabias reflexiones, y unidos entre nosotros, y a ti. Gracias, también, por hacernos llegar el cariñoso saludo de nuestro amigo, el padre Eugenio. Hoy tuvimos la alegría de compartir, la mayoría de los diáconos, muchas señoras, incluida Laurita, viuda de nuestro hermano Jorge Paredes y su hija. Fue una linda celebración Eucarística y un alegre compartir en los salones de la Parroquia María Reina y Madre, acogidos con cariño por el padre Tomás y muy bien atendidos por hermanos de la comunidad, encabezados, con mucha generosidad, por Juanita y su esposo, nuestro hermano en el diaconado Alejandro. En ambas celebraciones, en la misa y en la mesa, presidió con afecto y cariño nuestro pastor diocesano, el señor Arzobispo. Sergio, un gran abrazo para ti, mis respetos y saludo cariñoso para Pepita. Que el Señor, Padre Eterno y Misericordioso les acompañe y bendiga siempre. Humberto Caro.

Diácono Guido Díaz, Coordinador

sábado, 13 de octubre de 2007

MARÍA, SAGRARIO DIVINO

“Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron…” Deseo recordarles hoy esta alabanza de una mujer del pueblo al paso del Señor, para iniciar nuestra reflexión sobre el profundo significado de la presencia de María en el propósito de la redención. María, madre de la iglesia, es el depósito destinado desde la creación a ser la depositaria y guardadora del cuerpo místico de su Hijo, Jesucristo. María es también un anticipado sagrario que ha de guardar al divino huésped, a Jesús Sacramentado, que habrá de ofrendarse en sacrificio y en alimento y bebida para el rescate de la humanidad. Y aún antes de ser engendrado, María es la patena que ha de recibir la especie accidental, el pan de la espera que habrá de devenir en el Cordero propiciatorio, cuya Sangre Preciosa será el signo de los escogidos para caminar hacia la Tierra Prometida. Y más, aún; porque no habrá pan si no hay harina; ni harina si no hay trigo; ni espiga si no existiese antes el grano fecundado. Y es en María, el grano escogido, que tendrá lugar la concreción del proyecto de Dios Padre, que se hace fecundo por la acción del Espíritu Santo para entregarnos el Pan Vivo, al Hijo del Hombre, al divino Maestro que responde a la alabanza de aquella mujer del pueblo enseñándonos que más venturoso es aquel que escucha la Palabra de Dios y la practica. No existe un rechazo ni una minimización de Jesús a la alabanza formulada en su honor a quien es su madre. Todo lo contrario, es una confirmación de aquella alabanza al tiempo que es una profundización del por qué María es Bienaventurada: ella ha sido la primera en escuchar la Palabra de Dios y la primera en practicarla: “Hágase en mí según tu palabra…” ha sido su respuesta; y en esa respuesta está reflejada toda la esperanza y la confianza de la humanidad, que espera al Mesías, como rebaño sin pastor.
Muchas otras consideraciones sobre el rol fundamental de María en la historia de la salvación podríamos realizar, todas conducentes a llevarnos a comprender el por qué María mereció no conocer la corrupción de la muerte y el por qué fue elevada al cielo en cuerpo y alma. Con el apóstol Pablo afirmamos que sin la muerte y la resurrección de Cristo, nuestra fe resultaría falsa y nuestra esperanza inútil. A mi juicio, tan cierto como aquello, es que de no haber existido esta disposición de María a ser la Madre del Salvador no habría sido posible para nosotros alcanzar la gloria de la resurrección.
La asunción de María constituye un anticipo de nuestra propia asunción a la Casa del Padre, en mérito no predestinado, como ha sido el caso de la santísima Virgen, sino según el cumplimiento que hagamos de la Palabra de Dios, en el mérito adquirido a través de nuestra vida terrena. En María encontremos el camino para llegar a Jesús; en María que escucha y acepta, en María que se transforma a sí misma en grano para transformarse en espiga; espiga que ha de transformarse en pan y en vid fecunda que ha de generar el vino, pan y vino que ha de transformarse en Cuerpo y Sangre del Señor; carne y sangre que se nos da en alimento como fuente de agua viva que ha de saltar hasta la eternidad.
Unámosnos a la alabanza del pueblo: “Bendita y bienaventurada tú, María, que aceptaste ser la madre del Salvador. Bendita porque te hiciste camino para encontrarnos con él. Haznos partícipes de alcanzarte bienaventurados en la gloria del cielo. Repite para nosotros tu enseñanza luminosa y guíanos para que podamos, como tú, hacer todo lo que tu Hijo nos diga. Amén”.

jueves, 30 de agosto de 2007

HOMBRE: PARADIGMA DE DIOS


PARÁBOLA DE LOS TALENTOS, CONCEPTO DEL HOMBRE EN UN INTENTO DE APROXIMACIÓN A LA PERSPECTIVA DIVINA SOBRE SU PROPIA OBRA

La parábola de los talentos que Jesús nos presenta a través del evangelista san Mateo (Mat 25. 14-30), nos permite acercarnos al concepto del hombre desde la perspectiva de la antropología cristiana. El hombre, creado a su imagen y semejanza, fue precisamente imaginado por el Creador como co-creador del universo entero. De modo que no podemos suponer en principio perfecta la creación —en cuanto fue concebida inacabada— sin la participación del hombre. La obra de Dios no está aún completa precisamente para hacer posible la participación del hombre en su completación.

En el relato evangélico, se nos presenta a Jesús resolviendo la trampa que le ponen de tomar un único partido: el del sometimiento servil al gobierno humano o el del sometimiento servil a Dios. Jesús nos deja en claro que cumplir la voluntad de Dios no excluye la del cumplimiento de las exigencias de convivencia humana. La condición de poder servir a Dios y servir a los hombres sin ser un siervo en la categoría de esclavos de ninguno de ellos, es el ejercicio pleno de la libertad. La libertad es así otro de los atributos de Dios que él mismo incluyó entre los “ingredientes” con que imaginó y creó al hombre.

¿Y cómo imaginar al hombre libre ajeno al proceso de la creación? Si no pudiera el tener participación en esa obra creadora, ¿para qué la libertad?

Un tercer elemento a considerar en esta asimilación del hombre a la imagen de Dios, es la bondad. Dios Padre Creador al crear todas las cosas descubre la bondad que hay en las cosas creadas por él: “...y vio Dios que todo lo creado era bueno…” La bondad es también uno de los atributos de Dios que éste incluyó en su prototipo de hombre, con el propósito de que la participación libre y creadora del hombre tuviese también el sello de la bondad.

Obviaremos el lapsus de la soberbia en que el hombre cae (con sus secuelas de la pérdida experimentada por el hombre de sus capacidades de ser creador libre y bondadoso) porque Cristo resucitado ya salvó ese obstáculo para la reconciliación del hombre con su creador. Porque, antes de Cristo, la tarea del hombre consistía sólo en sobrevivir para la esperanza. Después de Cristo, el hombre empieza nuevamente a vivir por la certeza de la vida eterna como coronación a quien sea capaz de alcanzar la santidad a través de sus obras. Es decir, se ha restablecido la potencialidad de ser creador, de ser libre para crear, de crear para servir a la completación de la obra de Dios, condición esta última que no se cumple si la obra humana no es hecha con bondad. Agreguemos que la bondad es producto del amor. Nada desprovisto de amor es bueno.

Tal vez haya hechos humanos desprovistos de amor, que no sean precisamente malos, pero, tales hechos, vacíos de amor, son inútiles. Cristo nos dice que cuando seamos llamados deberemos dar cuenta hasta de nuestras palabras inútiles. El amor por el amor, no es real. El amor es una donación del uno por el otro amado. Al ser el amor una donación de sí mismo es esencialmente un servicio. Uno se dona para servir al otro. El objeto de ese servicio es completar al otro. En esa completación del otro está mi propia completación. Dios se dona a sí mismo en imagen y semejanza al hombre que ha creado, porque lo ama y continúa expresando ese amor en la donación que hace al hombre de todo lo creado. La expresión máxima de ese amor es la donación al hombre de su propio Hijo, Jesucristo, que es puro Amor encarnado, como modelo de perfección, de la santidad a que el hombre está convocado.

Con estos elementos podemos construir una cierta inteligencia en torno a la parábola de los talentos. Es misión del hombre continuar la obra creadora de Dios, como una misión intrínseca a su condición de haber sido hechos a imagen y semejanza del Creador, y la obra humana debe corresponder en semejanza de bondad a la obra divina. El hombre no sólo debe resolver el paradigma de la recreación del universo entero empleando los atributos que Dios le dio, sino que debe igualmente resolver la paradoja de su propia recreación: para esto último sólo el paradigma de Dios es válido: Cristo, el Señor.

La tarea señalada no es una tarea que exceda nuestras posibilidades de éxito. A cada hombre o mujer le corresponde realizar su parte en la obra co-creadora del universo y de sí mismo de acuerdo a los talentos recibidos. Inteligencia e imaginación para distinguir y valorar las necesidades y carencias que haya que servir: Fidelidad al Cristo para alcanzar la perfección del hombre como verdadero hijo de Dios.

Llamamos “naturaleza” a la obra en principio salida de Dios; y llamamos “cultura” a toda obra que transforma la naturaleza. La naturaleza es obra de Dios; la cultura, es obra del hombre. La naturaleza es la donación de Dios hecha al hombre. La cultura debe ser la donación del hombre hecha a Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; el hombre debe ser espejo en que Dios contemple esa imagen y semejanza.

Todo hombre (la expresión "Hombre" es la manifestación única de humanidad, no de género) posee los atributos correspondientes a ser imagen y semejanza de Dios y su misión es reconstruir el universo y reconstruirse a sí mismo empleando esos atributos (sus talentos) siguiendo los paradigmas de Dios Padre Creador y Dios Hijo Jesucristo en la dimensión de amor que es Dios Espíritu Santo, es decir, en una dimensión de servicio, de donación al otro para el crecimiento del otro.

Todo hombre y toda mujer (el género es aquí ya una manifestación de la providencia divina en la distribución de una particular forma de talentos que deben converger para alcanzar el fin último de configurar la imagen perfecta de Dios Padre) están llamados a cumplir esa misión. Cada uno según sus capacidades y circunstancias: el que recibió cinco talentos, deberá rendir en función de los cinco talentos recibidos; quien recibió tres, en función de los tres recibidos; el que uno, en función de ese único talento. Pero nadie queda eximido de aplicarse a ese trabajo si quiere compartir la alegría del Señor al terminar la jornada. El temor a fallar no excusa el intento. La manera de esperar el Reino de Dios es trabajar para que éste se realice. Hay que hacer el mundo mejor de lo que es; rehacer la cultura en el modelo de la creación divina, una cultura llena de bondad, es decir una cultura útil para el hombre. Porque ésa es la única forma de ser útiles a Dios: Que nuestro amor sea útil; que no se quede sólo en las apariencias. En suma, hay en todo que allanar el camino para que Dios actúe: “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”, decía San Agustín, haciéndose eco de lo que ya Juan el Bautista proclamaba. Si eres cobarde, flojo, indiferente ya puedes ir poniendo tus barbas en remojo. Tampoco queda excusado quien desconfía de sus propias capacidades y quien confía en servirse de la misericordia divina para ser dispensado.

martes, 28 de agosto de 2007

LO MÁS IMPORTANTE


“Os habéis despreocupado de lo que hay de más grave en la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad”. Esta reprensión de nuestro Señor, recogida en el evangelio de hoy tomado de Mateo 23, la asumo casi como una consecuencia de la dura sentencia que me fuera anunciada en el evangelio del domingo pasado — 'No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!' —dicha no a un desconocido de Cristo, sino a mí que he comido y bebido con él, a quien cuya casa ha sido escogida por Él para enseñar su Palabra. Si bien no he estado entre los primeros que han llegado hasta su puerta, tampoco me reconozco entre los últimos. ¿Dónde estoy yo, entonces? A ratos transitando por la senda estrecha, y las más, por las anchas que no dejo de buscar con ahínco. Reflexionando en esta disyuntiva, regreso a lo que ayer, nada más, me decía: “Jurar por el altar es jurar por él y por todo lo que está sobre él, jurar por el santuario es jurar por él y por el que en él habita, jurar por el cielo es jurar por el trono de Dios y por aquél que está sentado en él”. Palabras que me obligan porque, cuando digo la Palabra de Dios, ¿no estoy acaso jurando que su Palabra es verdadera? Y, cuando actúo en nombre de Dios, ¿no estoy acaso jurando que lo hago por puro amor a Él? Pero, cuán a menudo me sorprendo hablando la palabra de Dios como si ésta fuera mía y no suya; cuántas veces en el pan que doy, en la caricia que brindo no busco ser reconocido como un siervo que cumple la voluntad de su Señor, sino como “Sergio el generoso”. Entonces, pienso, que en verdad no soy sino uno más de aquellos que ocupando la cátedra de Moisés agrando mis filacterias para nada más hacerme llamar “maestro” o ser reconocido como “guía”, para tener libertad de imponer la carga del cumplimiento de la Palabra a quienes me han sido encomendados, olvidándome que el primero encomendado por Dios a mi cuidado soy yo mismo. Y es una difícil tarea aceptar reconocerme a mí mismo ignorante, —analfabeto casi— de mi papel de simple cristiano —más aún de ministro del Señor— en mi propia existencia y en la del mundo. En estos pensamientos, he argumentado a Jesús: “Pero, muchas veces, tú sabes, Señor, que he sido humillado por darte a conocer, por revelarme seguidor tuyo”. Y la respuesta que he recibido ha sido: “Que hayas recordado esas humillaciones ya es muestra de que no te has humillado suficientemente”. Y es cierto, porque en este recuerdo que hoy hago me descubro a mí mismo endiosado; y, con ello, he ya obtenido mi propia paga, ¡pobre paga que no me ha hecho rico como yo esperaba! ¿Qué más puedo hacer, Señor, para superar esta soberbia mía? Me respondes, “Haz como Pablo; no pretendas tú vivir en Mí; más bien deja que sea Yo quien viva en ti: hazme el tesoro de tu corazón, para que no dejes nunca de buscarme, para que aprecies que no hay otro Dios fuera de Mí y crezca tanto tu sed de Mí, que no vaciles en vender cuanto tengas para seguirme, liberado de todas tus cargas, excepto la de tu cruz, la que, te prometo nuevamente, será liviana y llevadera”. Sí. Yo acepto, Señor, tu reprimenda y me dispongo a emprender el camino que me enseñas; mas dime, ahora, ¿por dónde debo comenzar? “Mira las palabras mías con las que has comenzado tu reflexión, y recuerda que lo que primero que debes buscar es el Reino de Dios y su justicia. Aprende —de otros que antes que tú han enfrentado tus mismas dudas— que “la verdadera justicia no es la que precipita a las almas de los hermanos en la trampa de la desesperación” (S.Pedro Damián – 1007/1072) sino aquella que es capaz de comprender y perdonar de corazón, odiando el pecado, especialmente tu propio pecado, en su raíz, pero perdonando al pecador, porque ése es un hijo predilecto del Padre que está en los cielos. En mi palabra de hoy, yo te enseño que lo primero es practicar la justicia, porque sólo a través de la justicia que practiques hacia tu hermano das testimonio de que reconoces tanto en él como en ti mismo vuestra condición común de hijos míos, que es la máxima dignidad con que has sido revestido por sobre toda otra criatura. Si tienes verdadero temor de Mí, no olvides que lo justo debe ir siempre más allá del estricto cumplimiento de la norma establecida en la antigua Ley, porque sólo cuando recién des más que lo exigido en la Ley podrás decir que estás practicando verdadera caridad con tus hermanos y dando verdadero testimonio de tu amor por Mí. Sé, entonces, consecuente con tu fe en tu pensamiento, en tu palabra y en tus obras y cumple tu rol de ser profeta para denunciar lo que es injusto y diligente para anunciar y celebrar los progresos en la justicia de los hombres. Y sobre todo, hijo mío, sé tu mismo actor de mi justicia: déjame vivir en ti para que yo en ti sea un puente más a través del que la humanidad transite hasta el Reino de mi Padre.”

Puerto Montt, festividad de San Agustín, 2007.

viernes, 10 de agosto de 2007

10 Agosto: San Lorenzo, diácono y mártir


Antífona del Oficio Divino: “No tengas miedo, hijo mío, yo estoy contigo. Cuando pases sobre el fuego, no te quemarás; las llamas no te abrasarán.”


Evangelio según San Juan 12,24-26. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.


San Lorenzo, como un grano echado en tierra

Comentario de San Máximo de Turín (?-hacia 420), obispo (Sermón 40)
(Transcrito de The Catholic Net (http://www.catholic.net)

A primera vista, un grano de mostaza se ve pequeño, corriente y despreciable; no tiene sabor, no exhala ningún olor, ni se presenta dulce. Pero cuando ha sido triturado, expande su olor, muestra su fuerza, tiene sabor fuerte y quema de tal manera que nos quedamos extrañados de encontrar un tal fuego metido en un grano tan pequeño… Igualmente la fe cristiana parece pequeña a primera vista, corriente y débil; no muestra su poder, no hace alarde de su influencia. Pero cuando ha sido triturada por diversas pruebas, muestra su fuerza, hace estallar su energía, exhala la llama de su fe en el Señor. El fuego divino le hace vibrar con un ardor tal que, ardiendo ella misma, calienta a los que la comparten, como se dice de Cleofás y su compañero en el santo Evangelio, cuando el Señor conversaba con ellos después de su Pasión: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32)… Podemos bien comparar al santo mártir Lorenzo al grano de mostaza; triturado por múltiples torturas, mereció ante toda la tierra la gracia de un martirio esplendoroso. Mientras vivía, era humilde, ignorado, corriente; después de haber sido torturado, destrozado y quemado, derramó sobre todos los fieles del mundo el buen olor de su noble alma… Visto desde el exterior, este mártir se quemaba gracias a las llamas de un tirano cruel; pero una llama mayor, la del amor de Cristo, le consumía interiormente. A un rey impío le pareció bien añadir leña y hacer arder un fuego más grande aún; san Lorenzo, en el ardor de su fe, no sintió en absoluto estas llamas… Ya ningún sufrimiento de la tierra tiene poder sobre él: su alma está ya en el cielo.


Discípulos y Santos Latino Americanos

Los Santos son aquellos que vivieron en plenitud su vocación de discípulos y misioneros de Jesucristo. En la Exhortación Apostólica “Ecclesia in América” se lee: “La expresión y los mejores frutos de la identidad cristiana de América son sus santos. En ellos, el encuentro con Cristo vivo es tan profundo y comprometido (…) que se convierte en fuego que lo consume todo, e impulsa a construir su Reino, a hacer que Él y la nueva alianza sean el sentido y el alma de (…) la vida personal y comunitaria”. América ha visto florecer los frutos de la santidad desde los comienzos de su evangelizaciòn. Este es el caso de Santa Rosa de Lima (1586 – 1617), “la primera flor de santidad del Nuevo Mundo (…). Después de ella, el santoral americano se ha ido incrementando hasta alcanzar las canonizaciones, con las que no pocos hijos e hijas del Continente han sido elevados al honor de los altares, ofrecen modelos heroicos de vida cristiana en la diversidad de estados de vida y de ambientes sociales” (EIA 15), ofrecen modelos, desde nuestra perspectiva, de discípulos y misioneros de Jesucristo, que quieren que los pueblos de América, del Caribe y del mundo entero en Él tengan vida en abundancia. Como discípulos predilectos de Cristo nos señalan con preclara sabiduría aquello que plasmaría para siempre la enseñanza conciliar: “Todos los cristianos de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a a la perfección del amor” (LG 40). Desde otra perspectiva la Veritatis Splendor, “Jesús pide que le sigan y le imiten en el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por amor a Dios” (VS 20), revelándose con claridad que el cristiano es llamado al discipulado, a la santidad y consecuentemente a la misión. “Es evidente que los caminos de santidad son personales y exigen una pedagogía de la santidad, verdadera y específica, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona" (NMI 31). Por otro lado los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. Es una llamada a todos para proponerles a este ideal de vida cristiana ordinaria. Ya cuando se forjaba la cultura latinoamericana, y también en los siglos siguientes, encontramos testigos y discípulos de Jesucristo, privilegiados por el amor de Dios, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, que han respondido a este ideal cristiano, cumpliendo el mandamiento nuevo, conformando sus vidas según las bienaventuranzas, siendo modelos de santidad, intercesores y amigos en la fe, que nos acompañan en nuestro peregrinar.

Oración

Concédenos, Jesús, un corazón de Misionero; que sepamos comprender tu Palabra y vivirla en nuestra vida; que la Iglesia sea valiente al testimoniar el Evangelio de la Caridad, de la Justicia y de la Verdad en el mundo en que vivimos. Ayúdanos, Señor, a renovar nuestros métodos de evangelización, recrear la vida tan sufrida, actualizar tu Palabra en estos tiempos de cambios tan rápidos que nos toca vivir. Amén.

(Transcripción de http://www.evangeliodeldia.org)

viernes, 25 de mayo de 2007

Algo sobre lo propio de nuestro ministerio



"En el transcurso de su historia, y en particular en los últimos cien años, la Iglesia nunca ha renunciado —según la expresión del Papa León XIII— a decir la «palabra que le corresponde» acerca de las cuestiones de la vida social. Continuando con la elaboración y la actualización de la rica herencia de la Doctrina Social Católica, el Papa Juan Pablo II, por su parte, ha publicado tres grandes encíclicas —Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus—, que constituyen etapas fundamentales del pensamiento católico sobre el argumento. Por su parte, numerosos Obispos, en todas las partes del mundo, han contribuido en estos últimos años a profundizar la doctrina social de la Iglesia. Lo mismo han hecho muchos estudiosos, en todos los Continentes."

Con estas palabras iniciando su carta oficial, el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado del Vaticano, hizo entrega oficial al Santo Padre Juan Pablo II, en junio de 2004, del trabajo de recopilación y síntesis de todo lo expuesto hasta entonces por la Iglesia en relación a las cuestiones sociales, fijadas como su posición doctrinal sobre la materia. Este corpus se ha denominado "Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica".

Para los diáconos permanentes este corpus tiene un carácter constitucional en lo que concierne a la institución y ajecución de nuestro ministerio. Baste recordar que la institución del diaconado se hizo en los primerísimos tiempos de la acción evangelizadora de la Iglesia, como un servicio debido a los más humildes del pueblo de Dios en la atención de las mesas y de las viudas. Avanzado el tiempo, pero no tan lejanamente a los tiempos de la institución de este ministerio sagrado, San Lorenzo —elevado en la historia a la calidad de Santo Patrono del Diaconado— dio testimonio de que la mayor riqueza de la Iglesia eran los pobres, y ofreció su vida en martirio como tributo a la pública exposición de ese principio básico de la expresión de caridad cristiana revestida del amor de Cristo.

Luego de un largísimo tiempo de disminución de este servicio ministerial, el Concilio Vaticano II lo repuso en plenitud. Hoy son ya miles los diáconos permanentes ordenados en las distintas Iglesias del mundo. En una gran parte de esas iglesias locales, no ha sido repuesto. Quizás por el temor o prevención con que muchos obispos asumen el compromiso de la opción preferencial por los pobres. Pero, no nos engañemos. En aquellas diócesis donde el diaconado permanente se ha restablecido, éste no siempre cumple un rol fundamental en materia de testimonio de servicio a los más pobres —entendiéndose por los más pobres no sólo a quienes carecen de medios materiales de básico sustento, sino a todos quienes de una u otra forma ven o sienten que son marginados de la cristiana solidaridad de sus hermanos en la fe en tiempos de deprivación o angustia de cualquier tipo. A veces, por falta de fe o, al menos, de una fe madura. Otras por simple abulia. Y aun por salvar intereses económicos de algunos centros de poder y, hasta quizás, como producto de negociaciones para obtener para la propia iglesia algunos apoyos de sustento material. En todos los casos, podemos reconocer como una grave falencia en nuestra formación el desconocimiento profundo de los principios fundamentales en que se basa la solidaridad fraterna. Y cómo no, en el detalle profético que demandan las situaciones sociales específicas a cada región y a cada época de la historia.

Mis hermanos en el diaconado conocen ya mi posición personal frente a lo que debería ser el signo visible de nuestro ministerio en medio del mundo actual. Pero como, al parecer es una cuestión muy densa, de variadas y espinudas aristas, no nos damos el tiempo para abordarla en toda su extraordinaria y fundamental importancia. En suma, hemos sido ordenados como ministros de la caridad y carecemos de la información y de la formación necesarias para un digno ejercicio del ministerio. No digamos de los espacios al interior de la estructura jerárquica. Estos deben sernos concedidos, pero, aquellos, pertenecen a la disposición personal para accederlos, de modo similar como cuando pedimos que el Espíritu ilumine y potencie nuestras acciones, pero no le abrimos una ventana o puerta en nuestro ser para que ese Espíritu se introduzca y se asiente.

En fin; lo que pretendo es que como diáconos comprometidos en nuestro ministerio, venzamos el cansancio, la indiferencia, el temor o hasta el odio o aversión que estemos experimentando hacia las cuestiones —más bien necesidades— sociales del pueblo cuyo servicio nos ha sido confiado.

A continuación, les presento una conferencia dictada como parte de un programa de formación permanente por Fr. Ashley Beck, en 2006, a diáconos del Reino Unido, sobre la publicación en 2004, del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Será, espero, una forma de empezar a cubrir esta falencia en nuestra formación ministerial. Será una base que nos permitirá, a los más constantes, a profundizar en el Compendio completo y, por qué no, en los documentos que constituyen su fuente, es decir, desde el Libro del Génesis hasta los documentos oficiales de la Iglesia contemporánea.

El documento que les ofrezco es una traducción que he efectuado directamente del texto en inglés, y que podrán revisar en los enlaces de internet que incluyo separadamente, así como también los que corresponden al texto íntegro del Compendio.

Diácono Sergio.

FORMACIÓN EN DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Conferencias de Fr. Ashley Beck
Traducción libre y adaptada
por diácono Sergio Candia,
Arzobispado de Puerto Montt (Chile)


COMO UDS. SABEN, el corazón de los documentos desde los cuales el Magisterio de la Iglesia Católica aborda la formación y el ministerio de los diáconos permanentes, dejan en claro que un diácono debe tener un especial conocimiento de la Doctrina Social, la que forma parte de la teología moral.

El Directorio para el Ministerio y Vida de los Diáconos Permanentes establece que es propio del diácono ser “Ministro de la Caridad”, lo que debe hacer “promoviendo la vida en todas sus fases y transformando el mundo de acuerdo al orden cristiano”; y, sin duda, es por esta razón, y mayormente por su trabajo en asuntos seculares, que las Normas Básicas de Formación, específicamente, se refieren a la moralidad, en su dimensión personal y social y, en particular, a la doctrina social de la Iglesia” como algo que los diáconos deben estudiar. No deben estudiar las enseñanza sociales de nuestra iglesia sólo porque sí; pues, parece claro que especializarse en ellas es un particular vínculo de su vocación y carisma como diáconos.

En algunos lugares, desde que el diaconado permanente ha sido restablecido —no es injusto indicarlo—, este aspecto del ministerio diaconal ha sido desatendido o menospreciado (aunque, en otros casos, los propios diáconos se han automarginado) y esto ha producido un concepto cínico sobre el diaconado y, en algunos casos, ha retardado su apropiada restauración. Este nuevo Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia constituye algo que cada diácono —y cada uno de los aspirantes al diaconado— debe conocer tan bien como el Catecismo de la Iglesia Católica. La disensión o la indiferencia sobre la doctrina social —como con cualquier otro aspecto de la enseñanza ordinaria de la iglesia— es signo de que la persona del diácono permanente carece de vocación para serlo: conocer la doctrina social no es un suplemento opcional.

Testigo público de la iglesia

Es un aspecto especial de la vocación y del ministerio del diácono ser testigo público en todo el mundo, correspondiente al que tiene la Iglesia Católica. La conocida postura pública y política actual de la Iglesia —inquietante e incómoda para muchos, tanto al interior como al exterior de ella—, en lo referente a los asuntos tratados por la doctrina social, no era posible en una generación anterior. Ahora, ustedes, como diáconos, tienen un rol que asumir en esta tarea testimonial para resolver el problema de que muchos católicos no dan nada de su tiempo para esto.

La realidad de la deslealtad

  • “Cuando... (las iglesias) intenten por cualquier otro medio —escrituras, encíclicas, etc.— asumir derechos que pertenecen solamente al estado, nosotros las haremos retornar nuevamente a su actividad espiritual propia.” (A. Hitler, Instrucción Día de Mayo 1937, citada en E.C. Helmreich, The German Churches under Hitler [Detroit: 1979], p.282).

Esta visión de que las iglesias deben mantenerse fuera de política y restringirse a sí mismas sólo a la “actividad espiritual” refleja una actitud extendida en este siglo, poco prometedora. Quien dijo estas palabras era un católico caduco y hubo gentes, tanto en el interior como en el exterior de la iglesia, que estuvieron de acuerdo con él. Esa misma actitud la encontrarás a menudo si asumes de corazón lo abordado en este curso —que te introduce a la enseñanza social de nuestra iglesia— e intentas transmitirlo de corazón a otros.

La doctrina social es un rama de la teología moral. Ha llegado a ser parte de la enseñanza ordinaria del Magisterio (es decir, del papa y los obispos), junto a las reflexiones de teólogos, las aportaciones de las Órdenes y Congregaciones religiosas de la Iglesia y de muchas Entidades de Caridad y organizaciones católicas. A la DSI se la reconoce como un cuerpo de enseñanza, desarrollada particularmente en el siglo pasado, para la creación de fundaciones basadas en las Escrituras, Padres y Tradiciones de la Iglesia. Como ocurre con toda la teología moral, nuestra enseñanza social se refiere a la forma en que las personas están llamadas a vivir sus vidas según el Evangelio de Cristo —el fruto, las buenas obras surgidas de lo que ellas creen—. Como parte de la enseñanza ordinaria de la Iglesia (realizada con la autoridad que le da su poder de atar a todo fiel) es la enseñanza a la que los católicos "deben adherirse… con religioso respeto”(LG 25 = Catecismo 892). Sin embargo, todavía hay una gran ignorancia (y de hecho, disensión) sobre la enseñanza social de la iglesia, de modo tal que ésta a menudo ha sido calificada como “el secreto mejor guardado de la iglesia”. Un programa de formación del diaconado, que incluya también su formación permanente, debería ayudarte a desvelar ese secreto. Pero, debes estar preparado, si no lo estás ya, a ser criticado o encasillado: hay una sensación en la gente de estar amenazada por esta rama de la enseñanza católica. Muchos piensan que la iglesia debería orientar los asuntos sociales a temas como la santidad de vida, el matrimonio, y la independencia y financiamiento de nuestro sistema escolar. No hablarán bien, pero, como Jesús dijo, “¡Alégrense cuando llegue ese día y bailen de júbilo!” La negativa a asumir esta enseñanza seriamente y la opinión de que estas materias no son del interés de la Iglesia, es manifestación de una seria crisis de fe. Muchos católicos, en virtud de esa su indiferencia o disensión, incurren en grave deslealtad al papa y a los obispos y una provocación de escándalo en la iglesia; esto es peor cuando afecta a católicos serios y devotos. Podría especular horas sobre la razón de esta resistencia que ya me ha desgastado en la década pasada. Algo habría que hacer con la historia del catolicismo en estas islas (Inglaterra) y su deseo de mantener “bajas nuestras cabezas” para no ser vistos como sirvientes del poder temporal de un soberano extranjero, es decir, del papa; pienso que ocurre, también, porque el punto de confluencia de la vida católica se ha movido desde los barrios deprimidos del centro de las ciudades a los suburbios, adonde nuestra gente ha incorporado la cultura política de aquellos que están alrededor suyo; muchos laicos católicos (y clero, también) viven en un ambiente político y cultural profundamente conservador y reaccionario, bajo la envenenada cultura del Daily Mail; y muchos reaccionarán, con sesudas diatribas sobre la llamada “corrección política”, a todo lo que la iglesia tenga que decir sobre justicia social. Este cinismo es aprovisionado de combustible por publicaciones como el supuestamente (católico) Catholic Herard (sic). No quiero decir con esto que laicado-clero sean en sí justos o malos.

Las cuestiones tratadas por la enseñanza social católica van al corazón de la identidad cristiana en el mundo y a la misión de la Iglesia. Muchos de ustedes, durante su formación ya lo habrán estudiado; muchas obras se hicieron en nuestros programas de formación y en nuestras parroquias, cuando nuestros obispos publicaron su documento The Common Good (El Bien Común), sobre la enseñanza social, hace diez años de este invierno, y que fuera seguido con las declaraciones publicadas antes de las dos elecciones generales siguientes. Vamos hoy a dar una mirada al documento más importante elaborado por el Magisterio en estos últimos años sobre este asunto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya traducción inglesa apareció hace menos de un año, en junio de 2005.

¿QUÉ ES EL COMPENDIO Y POR QUÉ FUE ESCRITO?

Como la mayor parte de ustedes sabe, la enseñanza social “oficial” implica una cantidad inmensa de material proveniente de diversas fuentes —decretos de concejos generales y locales, de escritos de Padres y otros teólogos y santos; de cartas papales y de otras declaraciones, incluyendo homilías y catequesis dadas en las audiencias; de documentos de los dicasterios de la Santa Sede; de declaraciones y de documentos de conferencias episcopales locales y regionales. Mucho de este material, como habrán apreciado, no es fácil de conseguir ni asimilar rápidamente en una colección temática organizada, modelada acorde al Catecismo de la Iglesia Católica; ha sido necesario tomar cierto tiempo. Por supuesto, este ejercicio tiene sus limitaciones —como el nuevo material sobre enseñanza social se está produciendo todo el tiempo, casi lo que necesitamos es una carpeta de hojas sueltas anilladas más que un libro— y el Compendio o los suplementos publicados serán, probablemente, revisados regularmente. Por último, Juan Pablo II pidió que lo producido sea una descripción sucinta pero completa “de la enseñanza social de la iglesia” (“Presentación”, hecha por el Cardenal Martino, p.xvii). El trabajo comenzó en 1999 y, en gran parte, fue dirigido por el Cardenal vietnamita Nguyen Van Thuan. Fue lanzado en Roma el 24 de octubre de 2004; la edición inglesa fue lanzada en junio de 2005.

A mí me parece que es importante, también en otros sentidos, por dos razones, el hecho real de elaborar esta colección.

Primero, que un compendio no significa, obviamente, presentar algo nuevo, pero sí algo que reúna la enseñanza existente; está claro que este ejercicio, en sí mismo, en términos de presentación de su enseñanza, ha dado a la Iglesia una mayor sensación de confianza. Como sugerí en una crónica sobre la enseñanza social, en The Pastoral Review, puedes ver esta fortaleza de la asertividad de nuestra enseñanza, en el tema sobre las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva, en las secciones 508ff. Señalo, en un número de declaraciones anteriores, que está claro que las políticas de disuasión nuclear “deben ser sustituidas…” Esta convicción, que implica enfrentar el poder del estado, no es siempre evidente entre escritores que tratan sobre la enseñanza social; pienso que podemos ver los frutos de esto en la declaración, aún más directa sobre este asunto, contenida en el primer mensaje de Paz Mundial del papa Benedicto XVI, en enero (pasado por alto por la mayoría de los comentaristas). Sientes que la enseñanza social tiene, casi, “mayoría de edad”; nada hay que tenga que discutirse acerca de su inclusión en el índice de la vida católica. Digo “casi”, porque, “en el fondo”, eso no siempre es verdad; de hecho, pienso que en Inglaterra hubo muy poca información en la prensa católica acerca del lanzamiento de este documento, y muy poco se ha escrito sobre su importancia.

La segunda razón por la cual formar este Compendio es importante, es que anuda extremos débiles y hace conexiones necesarias entre diversas áreas de la enseñanza. Cuando intentas y dices a los católicos cómo es de importante la enseñanza social, uno de los problemas que tienes encima, siempre en contra, es el deseo de la gente de decirte que la enseñanza social es menos importante que otras cosas —generalmente, que enseñar al cristiano sobre familia, matrimonio, aborto y sexo—. Un mensaje claro del Compendio es que no puedes enfrentar una área de la enseñanza contra otra de una manera competitiva: todas son importantes y ligadas entre sí. Que lo que enseñamos sobre la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios, y que es uno de los temas del documento, sub-asume todas estas cosas. Enseñamos que el aborto y el divorcio son incorrectos, por la misma razón que deploramos malos tratos a los refugiados, porque todas estas acciones ofenden la enseñanza sobre la dignidad humana y tratan a las personas como objetos. Realmente, tienes que volver sobre esto una vez y otra vez; alguna gente no lo aceptará; continuarán diciéndote que, mucho de esto, es “la Iglesia interviniendo en política.” Ustedes pueden ver, en las secciones del Compendio sobre la familia, cómo hemos visto siempre que ésta es una unidad fundamental en nuestra comprensión de la sociedad; ¿pero, cuántas veces entendemos lo que esto significa? Una de las críticas hechas a documentos de nuestros obispos sobre enseñanza social, ha sido, constantemente, ésta: debes abordar principios básicos como la solidaridad, pero mantenerte alejado de las cuestiones específicas y dejar al laicado resolver las políticas prácticas. Todo lo que la Santa Sede ha producido en los anteriores cuarenta años, y este Compendio sobretodo, son demostraciones de qué tan equivocada es esta crítica. El laicado, integrado por los hombres y las mujeres, ciertamente es el que debe incorporarse a la actividad política y al quehacer social activo en la búsqueda de lo que enseña la iglesia, pero el Magisterio tiene el derecho de actuar para que se apliquen los principios básicos en los asuntos específicos; localmente y por todo el mundo, los obispos y el clero se aseguran de que los laicos, hombres y mujeres, sean integrados en los procesos de examen y aplicación en los varios subcomités de las conferencias de obispos; me temo que si esperáramos que algunos cuerpos representativos de laicos católicos, hombres y mujeres, examinen estos asuntos en detalle, tendríamos que enfrentarnos a una espera muy larga; extrañamente, esto no fue así en el pasado.

La estructura del documento es bastante importante y nos ayuda a entender sobre qué trata éste. Está desarrollado, como el antiguo Gaul, en tres partes. La primera establece ante nosotros principios básicos; la segunda mira hacia asuntos específicos y la tercera refleja cómo la comunidad de la iglesia puede poner en práctica la doctrina social. Debes tener tus propias copias de todo; el propósito principal de mi intervención será ilustrar la superestructura y los temas. El texto escrito de esta conferencia abordará los puntos referenciales que necesitarás mirar más profundamente. Las referencias que siguen a los párrafos son letras mayúsculas que son una aide-memoire (ayuda memoria) mía, de cuando cité extractos durante una conferencia anterior.

INTRODUCCIÓN AL COMPENDIO

UN HUMANISMO INTEGRAL Y SOLIDARIO

Espero que muchos de ustedes lean el fascinante artículo del profesor Nicholas Boyle sobre humanismo cristiano, incluido en The Tablet a principios de este año. En esta introducción, el Pontificio Consejo rescata, de secularistas y de ateos, el concepto completo de “humanismo”. La sección 14 resume lo anterior. También se refiere a los distintos niveles de autoridad de los diversos documentos y deja en claro que corresponde a las conferencias de los obispos individuales la aplicación de la enseñanza, según las situaciones locales.


PARTE UNO


  • Capítulo Uno: El plan de amor de Dios por la humanidad
—La acción liberadora de Dios en la historia de Israel
—Jesucristo, la realización del plan de amor del Padre
—La persona humana en el plan de amor de Dios
—El Plan de Dios y la misión de la Iglesia

Algunas veces la gente piensa que el testimonio de la iglesia sobre la justicia social es puramente reactivo, que estamos nada más mirando el mundo a la luz nuestra enseñanza; nos acusan de sólo desear ser “relevantes”. Vale la pena subrayar que el punto de partida de la doctrina social, realmente, comienza en Dios mismo y su iniciativa y plan para la humanidad, hecho verdadero en la historia. Nuestro punto de partida, como siempre, es nuestro Dios revelado, que se muestra a sí mismo gratuitamente a nosotros. El capítulo pasa rápidamente la historia de la salvación del pueblo de Israel, tocando la ley, el éxodo y la predicación de los profetas —y cómo todo esto alcanza su cumplimiento en Jesucristo— “el acontecimiento decisivo de la historia de Dios con la humanidad”. Jesús nos revela la Trinidad y ésta es la base del mandamiento del amor humano. Todo es parte del plan de amor de Dios —salvación que se ofrece al conjunto de humanidad– y cómo nuestra relación con Dios está ligada estrechamente a la relación a que estamos llamados a tener con los demás; nosotros, como discípulos de Cristo, somos una nueva creación. Hay una reflexión importante sobre “la autonomía de las realidades terrenales”, pero esto no significa que la humanidad pueda hacer lo que le venga en gana. La iglesia, como comunidad elevada de Cristo, es el signo de la comunión de Dios con la humanidad, es la defensora de la trascendencia de la persona humana y lo es como servicio del Reino del Dios, tema de otra conferencia en este curso. Esto se dirige a la “transformación del mundo”, que es una tarea específica a la cual están llamados los diáconos: el Directorio define a los diáconos como “ministros de la caridad” cuando “promueven la vida en todas sus fases y transforman el mundo según el orden cristiano”. Todo está relacionado con la construcción del “nuevo cielo y de una tierra nueva”; y este capítulo se cierra con la mención de Nuestra Señora como el modelo para esto.

  • Capítulo dos: La misión de la iglesia y la doctrina social
—Evangelización y doctrina social
—La naturaleza de la doctrina social de la Iglesia
—La doctrina social de la Iglesia en nuestro tiempo: notas históricas

La doctrina social ocupa una gran parte en la “historia” de la iglesia de nuestro tiempo; es una muestra distintiva de su testimonio; debido a que, mucho de esto, es nuevo para la gente es a menudo impopular, porque a la gente no le gustan las cosas nuevas. Pablo VI recordó a la Iglesia, en Evangelii Nuntiandi, en 1971, que el compromiso con la justicia social era un aspecto integral de la evangelización y, éste, es el tema del capítulo dos: la iglesia existe dentro del contexto de la historia humana. En esta sección, el consejo observa las características básicas de la doctrina social y su relación con otras ramas del conocimiento; y la historia moderna desde Rerum Novarum.

  • Capítulo tres: La Persona Humana y los Derechos Humanos
—La doctrina social humana y el principio personalista
—La persona humana como el “Imago Dei”
—Los muchos aspectos de la persona
—Derechos Humanos

La herramienta conceptual básica, si ustedes quieren, de la doctrina social es la persona humana creada a semejanza e imagen de Dios: otra vez, la iniciativa ha venido de Dios Creador. El mundo está cansado del cinismo de la derecha que tiende a saludar cualquier referencia a los “derechos humanos”, pero es crucial entender que la comprensión distintiva de la Iglesia Católica sobre esto es consecuencia de su creencia en Dios Creador, y esto es lo que se explora en el capítulo tres. El pecado inflige daño a la persona humana y ello incluye los “pecados sociales”. Esta doctrina de la persona humana es la que establece la igual dignidad de toda la gente, y la igualdad de las comunidades en las que vive y de diversas categorías de personas: mujeres, gente con discapacidades. Hay una sección entera sobre la importancia de los derechos humanos, que también exigen deberes; la iglesia es clara en su apoyo de defensa y de promoción de los derechos humanos.

  • Capítulo Cuatro: Principios de la Doctrina Social de la Iglesia
—Significado y unidad sociales
—El principio del Bien Común
—El Destino Universal de los Bienes
—El Principio de Subsidiaridad
—El Principio de Solidaridad
—Los Valores Fundamentales de la Vida Social
—El Camino del Amor


Este capítulo reúne los principios fundamentales y permanentes que subrayan todo el cuerpo de la enseñanza; algunos de ellos se han tratado ya. Mucha de la enseñanza social es reactiva, respondiendo a las nuevas situaciones y realidades políticas, y se entiende sea adaptable a las nuevas realidades. Pero, los principios de base son permanentes y no negociables; también dan al cuerpo entero significado y unidad de enseñanza; quedándose en los principios antes que en las ayudas corremos el peligro de solamente mirar un conjunto de situaciones aisladas.

Es la dignidad de todas las personas, creadas a imagen de Dios, la que establece el primer principio, el Bien Común, definido por Gaudium et Spes como “la suma total de las condiciones humanas que permiten a la gente, como grupos o como individuos, para alcanzar su realización más completamente y más fácilmente”. Las sociedades humanas logran solamente su estatura completa cuando logran el bien común. La sección 166 resume todo lo que son los medios de práctica; ésta es la responsabilidad de la gente dentro de la sociedad y también de los gobiernos “puesto que el bien común es la razón por la cual existe la autoridad política”. Los principios de base de la doctrina social reflejan lo que creemos sobre cómo Dios nos ha creado, y el Destino Universal de los Bienes. Esto define los derechos que tenemos los seres humanos sobre los bienes materiales para subvenir nuestras necesidades primarias; Dios nos ha dado estas cosas para este propósito; así: … esto significa que tenemos derecho a la propiedad privada que es absoluta e intocable pero que está “subordinada al derecho de uso común” y necesita ser regulada. Se hace claridad en que los avances en tecnología crearon nuevas responsabilidades de cómo asegurar el acceso universal a los bienes de la creación; similarmente son elogiadas otras formas de propiedad adquirida. Este principio del Destino Universal de los Bienes conlleva, en la enseñanza de la Iglesia, la noción de la opción preferencial por los pobres, tomada de las teologías de la liberación, y asumida originalmente en las enseñanzas de Juan Pablo II y de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es este concepto lo que inspira mucho de lo que intenta la Iglesia Católica hacer en el mundo; también significa que los actos de caridad son realmente en justicia. San Gregorio El Grande señaló: “Cuando atendemos a las necesidades que ésos desean, nosotros les damos de lo que es suyo, no de lo nuestro. Más que realizar obras de misericordia, estamos pagando una deuda de justicia”.

La Subsidiaridad es, de alguna manera, uno de los principios más conocidos de la doctrina social, desarrollados por Pío XI en su encíclica Quadragesimo Anno, 1931. Es el principio de que las cosas deben hacerse en el nivel lo más cerca posible a la gente, tanto como lo más extensamente posible es decir, en la unidad más humilde. Las unidades más grandes existen para apoyar las más pequeñas. Dentro de la vida de la iglesia, el mejor ejemplo es la parroquia, que goza lejos de más autonomía que lo que la gente se imagina a menudo; en vida política significa que debemos apoyar un gobierno local más fuerte al nivel más pequeño posible. Es del caso estar en contra de la centralización y de la burocracia excesivas; es salvaguarda de la importancia de las organizaciones pequeñas en el estado y la familia, mientras no desvirtúen funciones propias del estado. Es también a título de este principio que la participación y la democracia se pactan.

El Papa Juan Pablo II definió la Solidaridad en su gran encíclica de 1987, Sollicitudo Rei Socialis. No es simplemente compasión para aquellos en necesidad, sino una virtud moral que define interdependencia: se aplica a las instituciones tanto como a los individuos, todos, referidos a la persona misma de Jesucristo. En un llamativo pasaje, no citado en ninguna parte, la congregación nos dice qué son estos medios para todos nosotros:

“El principio de la solidaridad requiere que los hombres y las mujeres de nuestros días cultiven un mayor conocimiento de que ellos son deudores de la sociedad de la cual han llegado a ser parte. Son deudores debido a esas condiciones que hacen posible la existencia humana, y debido a la herencia indivisible e imprescindible constituida por la cultura, el conocimiento científico y técnico, los bienes materiales e inmateriales y todos los que la condición humana ha producido. Una deuda similar se debe reconocer en las varias formas de interacción social, de modo que el viaje de la humanidad no ha de ser interrumpido sino que debe seguir abriéndose a las generaciones presentes y futuras, todos llamados a compartir juntos el mismo regalo en solidaridad”.

El siguiente principio es descrito como Valores Fundamentales de la Vida Social. Los principios, por sí solos, no son suficientes; es necesario construir valores —verdad, libertad y justicia—; éstos son importantes, en parte, debido a la manera en que están hoy amenazados en el mundo. Esto nos conduce al principio anterior, el del Camino del Amor, que resume todos los otros. El amor necesita templar la justicia; esto está demostrado por la historia reciente y es, seguramente, una referencia a las sociedades en el siglo XX, en el cual se clamaba actuar con justicia, mientras oprimía a millones.

PARTE DOS

Aquí se nos invita mirar siete áreas centrales

  • Capítulo Cinco: La Familia, Célula Vitale de la Sociedad
—La familia, la primera sociedad natural de la sociedad
—Matrimonio, el fundamento de la familia
—La subjetividad social de la familia
—La familia como participante activo en la vida social
—La sociedad al servicio de la familia

Como dije anteriormente, tenemos fuera de nuestro pensamiento habitual a la familia como concepto de “doctrina social”. Es significativo que ésta sea la primera área que el documento trata, viendo a la familia como la célula básica y “cimiento en la edificación de la sociedad”; y esto, fundado en el matrimonio. Necesitamos la familia porque estamos hechos para vivir como seres humanos que aman; pero la Iglesia excluye otros tipos de relación; su apertura a la vida es una característica de la familia, así que la enseñanza tradicional sobre control de la natalidad está firmemente enraizada dentro de la doctrina social. Este capítulo cubre otras cuestiones éticas referente a la familia, como ocurre con el tratamiento de la fertilidad y más; e incluye la educación y la dignidad y derechos de los niños. La importancia que damos a la familia afecta a numerosas otras áreas de la economía y la vida social, tales como el trabajo humano, y necesitamos recordar que la sociedad está al servicio de la familia, no viceversa.

  • Capítulo seis: El trabajo humano
—Aspectos bíblicos
—El valor profético de la Rerum Novarum
—La dignidad del trabajo
—El derecho al trabajo
—Los derechos de los trabajadores
—La Solidaridad entre trabajadores
—Las “nuevas cosas” del mundo del trabajo

Históricamente, toda esta área de la reflexión ha sido siempre central en la enseñanza social. En nuestro examen más detallado de las encíclicas papales está claro que en Rerum Novarum es el sujeto clave a ser tratado, y ha seguido siendo importante. Todo esto proviene de la visión bíblica de la creación y de la vida misma de Jesús: es una expresión de nuestra completa humanidad. Las cuestiones claves que miramos en otra parte, se examinan nuevamente; por ejemplo, la importancia del domingo como día de descanso, derecho del empleo y deber del estado —observen que esta sección reitera el derecho de las mujeres al trabajo— los derechos de los migrantes, el derecho a la huelga y el formal reconocimiento de la asociación sindical. . Esto no es abordado de mala gana: las asociaciones (sindicales, en este caso) son importantes. La sección final del capítulo aborda los trabajos por turno y los cambios en los modelos de trabajo.

  • Capítulo siete: Vida económica
—Aspectos bíblicos
—La Moral y la economía
—Iniciativa privada e iniciativa empresarial
—Las instituciones económicas al servicio del Hombre
—Las “nuevas cosas” en el sector económico

Esta es una gran área en la que encontramos resistencia entre mucha de nuestra gente.
La razón por la que ustedes, como diáconos, son observados como especialistas en doctrina social es, seguramente, por el trabajo que realizan día a día.

El sacerdote medio viene a este campo de enseñanza desde un lugar muy diverso; algunos de nosotros podemos ser buenos (o no) en conseguir gente que done dinero o compre boletos de rifa, pero, la mayoría, nunca hemos hecho funcionar un negocio y podemos, probablemente. darnos el gusto de pensar que no manejamos nuestras parroquias como negocios (no nos parecen tampoco; ¡y las diócesis, ciertamente, no lo son!). ¡Tanto así, que, cuando a feligreses que, como muchos de ustedes, están en los desafíos del mundo de la economía y de los negocios la Iglesia, les dice que está en necesidad para poder responder, ellos incluso esperan que lo hagan ustedes! El punto de partida de este capítulo es la Biblia y la riqueza patrística, por ejemplo, existentes para ser compartidos. En la economía de libre-mercado el acoplamiento entre la economía y la moralidad es un aspecto clave de lo que estamos diciendo. La libertad y la iniciativa privada están entre nuestros derechos humanos, y esto nos ayuda a entender que la ganancia es un buen indicador de que un negocio está funcionando bien…, pero todas estas cosas están al servicio de la humanidad, no lo contrario. En su papel regulador, el estado necesita ser fiel a los principios de la subsidiariedad y de la solidaridad, salvaguardar al débil. En términos de vida y globalización financiera internacional, hay una necesidad de contar con un marco regulador apropiado.

  • Capítulo ocho: la comunidad política
—Aspectos bíblicos
—Fundamento y propósito de la comunidada política
—Autoridad política
—El sistema democrático
—La comunidad política al servicio de la sociedad civil
—El estado y las comunidades religiosas

En todos los documentos de los obispos, que mirábamos anteriormente, el cinismo sobre lo cívico y la vida política es un problema de tratamiento constante. Esta sección cubre los mismos temas. En la Biblia, la acción de Dios en la historia está dentro de las comunidades políticas de Israel y de Judea. En la visión cristiana del mundo, la comunidad política nunca puede demandar lealtad absoluta —es conforme a la ley moral de Dios—; la autoridad política ha sido “fundada en la naturaleza social de la persona”. La dignidad de la autoridad política es gobernada por la ley moral y esto significa que los ciudadanos no están obligados a seguir las leyes que están en conflicto con la ley moral: la objeción de conciencia es un derecho. Es en este punto en que la oposición a la pena de muerte se ha reafirmado. En la conferencia sobre encíclicas sociales papales vimos cómo la iglesia ha venido gradualmente valorando el sistema democrático sobre otros sistemas y esto se afirma en 406ff.; el lugar dentro de la comunidad de la iglesia y de otros cuerpos religiosos necesita ser salvaguardado.

  • Capítulo nueve: la comunidad internacional.
—Aspectos bíblicos
—Las reglas fundamentales de la comunidad internacional
—La organización de la comunidad internacional
—Cooperación internacional para el desarrollo

Los temas de la paz y del desarrollo internacional han sido un gran elemento en la doctrina social, desde las grandes encíclicas de Juan XXIII, el Bueno, Mater et Magistra y Pacem en Terris. El punto de partida de este capítulo es la unidad de la familia humana mostrada en la Biblia; y Jesús corta de través las divisiones entre hombres y mujeres. La iglesia asume explícitamente la cooperación y la armonía, y elogia explícitamente la O.N.U y agrupaciones similares, lo que es también importante para desarrollar una adhesión católica a los ideales de la Unión Europea y otras organizaciones modeladas en ella. Es parte de lo que tiene esto que ver con el desarrollo; las necesidades de los países que sufren pobreza y subdesarrollo y la lucha contra la pobreza y la crisis de la deuda se enfrentan aquí.

  • Capítulo diez: Salvaguardando el medioambiente
—Aspectos bíblicos
—El Hombre y el universo de las cosas creadas
—La crisis de las relaciones entre el Hombre y el medioambiente
—Una responsabilidad común

Toda esta área se ha pensado a menudo como “la hermana pobre” dentro de la familia de la doctrina social, “la Cenicienta”. El documento de la conferencia de nuestros obispos, “La llamada de la creación”, fue una tentativa inicial (y algo corta) de mirar este asunto. La manera de mirar el Consejo la ecología es aquí igual que con otras áreas —comenzar con la Biblia y el lugar de la humanidad en el propósito creativo de Dios—; los problemas vienen cuando el mundo de la naturaleza es otro objeto de abuso en nuestra manipulación. Las bienes de la tierra están para ser compartidos por igual y la dignidad de la persona debe, siempre, ser protegido.

  • Capítulo once: la promoción de la paz
—Aspectos bíblicos
—La Paz: fruto de la justicia y del amor
—El fracaso de la paz: la guerra
—La contribución de la Iglesia a la paz

Como con otros asuntos internacionales, éste realmente ha llegado a ser mucho más central desde Pacem en Terris (1963). Como he reflejado en otra parte, la enseñanza sobre paz y guerra es un ejemplo de qué tanto se ha cambiado y convertido. Se espera que los católicos sean fundamentalmente “pacifistas”, incluso teniendo en cuenta la doctrina de la justa guerra, de una manera que habría sido inconcebible en los años 50, aún menos anteriormente. Las cosas realmente han cambiado; y, como en otras áreas, a mucha gente no le gusta. Este capítulo comienza, otra vez, con la visión bíblica. La condenación de la guerra, dibujada en la enseñanza papal, necesita reexponerse. El capítulo se inicia definiendo las circunstancias en las cuales un recurso de fuerza es legítimo, reiterando el papel de los cuerpos internacionales y defendiendo los derechos de los refugiados. La sección sobre el desarme contiene un desafío llamativo y asertivo a la teoría entera de la disuasión; pienso que esto es un ejemplo, seguido por el Santo Padre en el mensaje relativo a este año para el Día de la Paz Mundial, de cómo la enseñanza se está moviendo rápidamente, permitiendo a la iglesia enfrentar más eficazmente la situación de las armas nucleares.

PARTE TRES

  • Capítulo doce: doctrina social y acción eclesial
—Acción pastoral en el campo social
—La doctrina social y el compromiso de los fieles laicos


¿Cómo haremos para poner todo esto en acción? Esta tercera parte del Compendio mira constructivamente cómo podemos arraigar la doctrina social en la vida de la Iglesia entera. El trabajo y el testimonio, a menudo práctico, de justicia social entre cristianos está en los márgenes de la vida de la parroquia; un pasatiempo confiado a unos pocos. Como diácono es tu responsabilidad ayudar a construir un acercamiento integrado, y mejor donde no hay nadie más para hacerlo, especialmente, donde muchos sacerdotes no están interesados en la doctrina social y saben muy poco sobre ella. La clave para esto es la formación y catequesis del laicado. El documento mira a individuos dominantes, como el obispo, los sacerdotes y las personas consagradas, pero, tristemente, no hay referencia a los diáconos… Las responsabilidades de los fieles laicos son importantes; las miradas del Consejo caen sobre las cosas específicas que el laicado puede hacer y sobre las organizaciones de laicos. Hay un buen resumen de cómo éste duerme, en términos de las responsabilidades de la iglesia y las del estado.

Conclusión: para una civilización del amor

Tengo la esperanza de que este resumen les permita ver algo de la importancia y de la elocuencia de este documento y del por qué, como diáconos, necesitas sea tu compañero de almohada constante.

LECTURAS BÁSICAS

Pontifical Council for Justice and Peace Compendium of the Social Doctrine of the Church (London: Burns and Oates 2005). The original was published in 2004 by the Vatican Press. This document is indispensable for all deacons. Concejo Pontificio de Justicia y Paz Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia… etc… Este documento es indispensable para todos los diáconos.

Vatican II Pastoral Constitution on the Church in the Modern World, Gaudium et Spes esp. 23-32, 40-46, 63-93

Bishops Conference of England and Wales, The Common Good (Manchester: Gabriel publications, 1996) – out of print but available online from www.catholic-ew.org.uk by giving the reference http://217.19.224.165/cbc/cq.htm. (many thanks to Deacon Robert Levett for this information).

Vote for the Common Good (2001) – the Bishops’ document produced before the 2001 General Election: also available from the above website.

The General Election - A letter from the Bishops’ Conference of England and Wales, March 2005. Available from http://www.catholicchurch.org.uk/election. This was the pastoral letter circulated on Palm Sunday 2005.

LECTURAS ADICIONALES

The Common Good – The Catholic Church’s Social Teaching An Abridged Text with Questions for Personal Reflection (London: Kevin Mayhew 1997) ISBN 0 86209 944 7
Catecismo 2419 – 2463
Catholic Education Service The Common Good in Education (1997)
Congregation for Catholic Education, Guidelines for the Study and Teaching of the Church’s Social
Doctrine in the Formation of Priests (Rome: Vatican Press 1988)
León XIII Rerum Novarum (1891)
Pius XI Quadrageismo Anno (1931)
Blessed John XXIII Mater et Magistra (1961)
Pacem in Terris (1963)
Paul VI Populorum Progressio (1967)
Humanae Vitae (1968)
Octagesima Adveniens (1971)
John Paul II Laborem Exercens (1981)
Familiaris Consortio (1982)
Sollicitudo Rei Socialis (1987)
Centesimus Annus (1991)
Veritatis Splendor (1993)
Tertio Millennio Adveniente (1994)
Evangelium Vitae (1995)
Dies Domini (1998)
Letter for World Peace Day 1999 Respect for human rights: the secret of world peace (in
The Tablet, 2 January 1999).
Tertio Millennio Ineunte (2000)
The Coming of the Third Millennium - popular version of Tertio Millennio Adveniente
(CAFOD 1996)
Benedict XVI Deus Caritas Est (2006)
World Peace Day Message, 1 January 2006

See also letters and statements from the Holy See in recent years on these topics: Refugees, Racism, the Shoah, the Arms Trade, Ethics in Advertising, and Homelessness. Ver también las cartas y declaraciones de los Sagrados Obispos en años recientes sobre los siguientes tópicos: Refugiados, Racismo, la Shoah, el Comercio de Armas, Ética y Propaganda, y Allegados (los sin casa)

Catholic Bishops Conference of England and Wales Human Rights and the Catholic Church (1998)
Jubilee for Refugees (1999)
The Call of Creation (2002)
Cherishing Life (2004)
Taxation and the Common Good (2004)
A Place of Redemption (2004)

Charles, Rodger, SJ Introduction to Catholic Social Teaching (Oxford: Family publications 1999)
Christian Social Witness and Teaching, 2 volumes (Leominster 1998) This is an invaluable survey of social teaching and liberation theology
Sirico, Robert A. and Zieba, Marciej, The Social Agenda of the Catholic Church (London: Burns and Oates 2000)
Murphy O’Connor, Cormac (ed.) Faith in Europe - Lectures given in Westminster cathedral in 2005 by the
Cardinal, Fr Timothy Radcliffe OP, President Mary McAleese, Jean Vanier, Bob Geldorf and Lord Patten
(London: DLT 2005)
Boswell, J.S., McHugh, F.P., and Verstraeten, J., (eds.) Catholic Social Thought: Twilight or Renaissance?
(Leuwen 2000)
Burghart, Walter J., SJ Preaching the Just Word (New Haven: Yale University Press 1996)
Cavanaugh, William T. Torture and Eucharist (Oxford: Blackwell 1998)
Finnis, John, Boyle, Joseph, and Grisez, Germain Nuclear Deterrence, Morality and Realism
(Oxford:Clarendon 1987)
Dwyer, Judith A. (ed.) The New Dictionary of Catholic Social Thought (Collegeville: Liturgical Press 1994)
Unemployment & the Future of Work – An Enquiry for the Churches (London: CCBI 1997)
Schall, James A. ,SJ The Church, the State and Society in the Thought of John Paul II (Chicago 1982)
Beck, Ashley ‘Catholic Social Teaching Chronicle’, The Pastoral Review January/February 2006, pp. 81-
84.
Freemasonry and the Christian Faith (London: CTS 2005), pp. 37-45.
‘Why the Church must help Europe recover its soul’, Catholic Herald, 14 March 2004 (see
footnote 2)
‘Faith in Europe’, The Pastoral Review November/December 2006.
The text of my Lent 2003 talks Europe under Christ, given in Beckenham, can be found in the website of the network known as Faith in Europe. Follow the links to ‘bodies in association’ on the website of Churches Together in Britain and Ireland, http://www.ctbi.org.uk/. I am hoping to publish all or part of these talks and would welcome comments.

Byron, William J., SJ ‘The Building Blocks of Catholic Social Teaching’, America 179 (31.10.98) no. 13
National Conference of US Catholic Bishops Sharing Catholic Social Teaching: Challenges and Directions
(1998)
The Woodstock Report, March 1994 – article by A. Dulles SJ
October 1991 – article by W. Burghardt SJ
Brueggemann, W ‘The Preacher, The Text & the People’, Theology Today October 90
et al. ‘To Act Justly, Love Tenderly, Walk Humbly 1986
Archbishop Vincent Nichols 17ix97 ‘Money and Morality’ – http://www.tasc.ac.uk/cc
Christian, D., SJ ‘Catholic Social Teaching :Critical Comments’ in
G.Darring@www.mcgill.pvt.k12.m.us/jerryd./gedcst.htm
Boyle, Nicholas Who are we now? Christian humanism and global market from Hegel to Heaney
(Edinburgh 1998)
‘Human Rights and our human God’ The Tablet 18 March 2006, pp.12-13.
O’Huallachain, D. L. and Forrest Sharpe, J. (eds.) Neo-Conned! Just War Principles: A Condemnation of War in Iraq (Vienna, Va.: IHS Press 2005)
Neo-Conned! Again - Hypocrisy, Lawlessness and the
Rape of Iraq (Vienna, Va.: IHS Press 2005)













viernes, 18 de mayo de 2007

Perfil del Siervo: Dr. Rodolfo Rencoret Donoso


Según nuestra información, el primer diácono permanente ordenado en Chile, luego de haberse restablecido en la Iglesia este ministerio por el Concilio Vaticano II, fue el Dr. RODOLFO RENCORET DONOSO, de profesión Médico Cirujano, Profesor y Decano de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, quien se destacó no sólo por sus relevantes méritos profesionales, sino que, principalmente, por su permanente testimonio de cristiano comprometido con Jesús en el servicio al Pueblo de Dios. Para los diáconos de Puerto Montt, su ordenación tiene una significación especial, pues fue hermano de nuestro primer Arzobispo, Monseñor Alberto Rencoret Donoso. Fue ordenado diácono permanente en su lecho de enfermo, en los días previos a su fallecimiento. No alcanzó a servir en el altar. Pero eso es sólo un detalle, pues sí durante su vida fue un permanente servidor de su prójimo. Así, para él la ordenación diaconal por la imposición de las manos de su propio hermano, fue simplemente alcanzar la corona de santidad prometida por el Señor a todos quienes escuchan su Palabra y son fieles cumplidores de ella en la vida cotidiana. Les ofrezco, a continuación, su perfil tomado de una reseña elaborada por el Dr. Santiago Soto Obrador, de la Universidad Finis Terrae, publicada en la Revista Chilena de Cirugía Nº 4, de agosto de 2003, con motivo de la publicación del libro que lleva el título de este documento que inserto a continuación, obra de uno de los médicos alumno del Dr. Rencoret.

“PROFESOR DOCTOR RODOLFO RENCORET DONOSO,
MÉDICO Y CRISTIANO EJEMPLAR”


Dr. Rodolfo Rencoret Donoso fue Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Chile por tres períodos, y su Primer Profesor de Cirugía. Llegó a dicha Facultad cuando ésta era apenas un esbozo de escuela, un retoño, abandonando una posición estable en su profesión, para darle a esa casa de estudios todo su esfuerzo. Hombre de profundas convicciones religiosas, fue ordenado diácono estando en su lecho de enfermo y en plena vigencia profesional, a los 66 años. La boca habla de lo que el corazón está lleno: en los escritos del Dr. Rencoret, que el Dr. Lorenzo Cubillos Osorio rescata en este hermoso libro, destaca lo que llenaba el corazón de ese maestro: amor a Dios, caridad, generosidad, capacidad de consejo, sabiduría en la forma de impartir la docencia, dignidad de médico y hombre. El libro del Dr. Lorenzo Cubillos Osorio lleva como título “Profesor Doctor Rodolfo Rencoret Donoso, Médico y Cristiano ejemplar” y de ello es lo que quiero hablar, toda vez que, a pesar de que una institución lo quiso silenciar, los porfiados hechos siempre terminan por imponerse por sobre las mezquindades de nosotros los hombres. Este libro es un cuento maravilloso no sólo acerca de la vida o de los trabajos de Rencoret, es el relato de una época hermosa como lo fue el comienzo de una Escuela de Medicina con escasos medios materiales, pero con un corazón empeñoso, con una fuerza generosa para dar de lo poco, todo. El libro, además, grita, sin que el autor se lo haya propuesto, el amor de un alumno por su maestro: el amor de Dr. Cubillos Osorio por el Profesor Rencoret. Esto, en un mundo como el de ahora, en que prima la indiferencia por el otro, la persecución del lucro y la ganancia fácil, la carrera desmedida en pos del éxito, la alta competitividad, el uso de la ciencia y la tecnología para avasallar al hombre más que para servirlo, hace que el libro sea un poema a la amistad y un especial mensaje para las instituciones. Es un poema a la amistad, porque Cubillos Osorio desaparece al escribir acerca de su maestro; éste es el que aparece con clara y grande dimensión. El, el escritor, desaparece. Y es que la amistad es eso, un afecto personal desinteresado, que no busca la propia vida sino la del otro, un gozarse en lo que el otro es o en lo que el otro alcanza. El mundo que estamos construyendo basado en crecimiento económico, ha llevado a una baja del ánimo en el país, a una desarticulación de los hogares, a soledad en los niños, a permanente deseo de consumo, a vivir en un continuo y elevado estrés. No es un mundo para la amistad sino para la malquerencia: no es un mundo para compartirlo con otro sino para poseerlo entero; no es un mundo para hacer crecer al otro sino para disminuirlo. El libro, pleno de humildad, engrandece la figura de un amigo, la exalta frente a este mundo que no vive ya para eso. Por ello es que este texto es un ejemplo de hidalguía, agradecimiento y ternura que ejemplifica cómo debe ser nuestro propio vivir para los demás y niega que se deba vivir de los demás. Rencoret Donoso fue un hombre, como nosotros, que con el sólo ejemplo de haber abandonado un puesto seguro para acudir al llamado de otro hombre a que lo ayudara, plasma en esta acción toda su valiente caridad. Ayudar. Y eso fue lo que hizo, probablemente con detrimento personal, porque quien está abriendo camino siempre es pasto de maledicencias y mal quereres de aquellos que usan el camino ya abierto, para sus propias ambiciones. La ambición del Doctor Lorenzo Cubillos Osorio ha sido mantener viva la figura del que fuera su maestro, reconociendo con ello su calidad de discípulo, calidad que muchos olvidan en nuestro tiempo, porque es éste el tiempo del yo. No es el tiempo del otro. Sin embargo, como si fuera un milagro, la figura del discípulo siempre se agranda con el ocaso del maestro, pues es éste igual como el sol poniente que agranda las sombras cuando va a hundirse en el arrebol de la tarde. Y la figura del doctor Rodolfo Rencoret Donoso, recortada en el ocaso, ilumina la figura del Dr. Cubillos, agrandando la imagen de éste como hombre probo, modesto, cariñoso, agradecido. Ejemplo éste, también, para nuestro tiempo lleno de patología mental, de desconfianza, de in capacidad de asumir el riesgo de compartir con otras tareas señeras. El libro es un grito angustioso de alerta para rescatar lo que se ha ido hundiendo: la amistad, el amor a Dios, la alegría de vivir, el gusto por ayudar a otros, la tarea de crear porque sí, porque es bueno, sin tener otras intenciones que la de en grandecer al semejante. Eso es lo que Chile está perdiendo, hundido casi en una globalización que se está tragando a grandes mascadas, el respeto entre nosotros, la cortesía espontánea, el gesto amable. El libro es un alerta para volver sobre nuestros pasos, para encontrar la alegría en el servir y la paz en dar lo que se tiene para bien del otro. El libro es un silencioso recuerdo de días hermosos. Es como el rememorar lo que se construyó con amor, con dedicación, con alegría no exenta de preocupaciones. Lo creado, toda una mística a la que contribuyeron muchos otros médicos, monjas, enfermeras, personal de colaboración médica, auxiliares de enfermería, personal de aseo, está fotografiado profusamente. Como si con las fotografías se quisiera traer al presente lo hermoso del pasado. Tiene, el libro, un dejo de tristeza, un no sé qué de melancolía por lo que se escurrió como agua entre los dedos del tiempo: la amistad entre alumnos y profesores; el compartir la aventura de un futuro incierto para una Escuela de Medicina, el integrar en un todo esta Escuela, para gozar de la certidumbre de una tarea en donde se cumpliera a cabalidad con la caridad. Ahora, las Escuelas de Medicina se han fragmentado y hay gran movilidad en procesos que antes eran integrados, generando en profesores y alumnos una gran incertidumbre. Rencoret Donoso trató de integrar. Cayó bajo la guadaña de la división de procesos que trajo como resultado la aparición de especialidades médicas que dieron paso, es cierto, a grandes avances en lo técnico, pero retroceso en la relación médico-paciente, cosa que estamos observando como muy deteriorada, a la luz de numerosos juicios en los tribunales que, más que hablar de hechos en particular, son una señal de muy malas relaciones entre quienes deben amarse: médico y paciente. En este aspecto, también el libro muestra nítidamente lo que es ser un buen doctor y un buen maestro. Rencoret lo fue, hizo de su profesión, de su vida entera, un camino para alcanzar grados de perfección superiores que fueron los que permitieron que Dios lo distinguiera con el Diaconado cuando estaba enfermo y ya no era figura para vestirse con ella. Jesús, que vino para los pobres, cuando lo vio más desvalido lo ciñó con la cuerda del servicio a Dios. Ya no podía servir a los hombres. Ahora serviría a Dios. Misterio éste que lleva a reflexionar en el hecho que siempre miramos como de escaso valor a las personas humildes. Sin embargo, es en ellas en las que Dios hace su nido y se refugia allí donde la nada, la humildad, la modestia y el desprecio de los otros han hecho su morada. En Rencoret se cumple plenamente esta venida y en el Dr. Cubillos también, porque el discípulo no puede ser superior a su maestro. Por eso es que ahora, en el silencio del retiro de las labores universitarias, también ha sufrido la marginación. De esta marginación que pretendió hacerlo desaparecer, surge, sin embargo, señera, digna, valiente, su figura de maestro él también, tal como su amado maestro, y muestra con este libro su fibra de docente, su alma transparente que deja pasar el paisaje oscuro del medio y retiene la luz que lo ilumina. A través de su libro se puede ver que el camino del hombre bueno siempre está adornado de verdad. El ha retenido la luz con que el Profesor Rencoret lo iluminara y a su vez, él está iluminando desde donde está a otros, aunque su antorcha no se vea. Es como el sol que a pesar de las nubes alumbra.
Este libro es luz que ilumina el desván de los recuerdos y el libro de la vida de los que lo leerán, porque desde sus páginas salen rayos de la caridad, la generosidad y la entrega que tuvo un hombre como Rencoret. Ilumina también los secretos y recónditos lugares del alma oscurecidos por sentimientos de ingratitud o desagradecimiento y enseña, suavemente, cómo es que debe ser un hombre. Para las Escuelas de Medicina que recién comienzan su desarrollo, inmersas en un mundo de alta tecnología, este libro les permitirá apreciar que sólo una férrea formación científica unida a una vocación de servicio en la caridad e impregnada de austeridad e idealismo, será la clave de su futuro, y que deben cautelar que estos preciosos pilares jamás se pierdan, de otro modo, les puede entrar el moho de la vanidad y el riesgo de abandonar al hombre en las manos de la tecnología no razonada o usada sin el tono de la misericordia.
La visión del Profesor Rencoret Donoso acerca de las especialidades resulta nítida en cuanto a su gran valía, pero siempre que estén sujetas a las grandes ramas de la medicina, de modo que el uso de ellas permita al médico un mejor decidir sobre lo que hacer con un paciente determinado. En nuestro tiempo, en una carrera con poco sentido médico y con gran acento en la investigación, las especialidades han devenido en una forma de dar medicina a través de exámenes o procedimientos, abandonando los pilares básicos de la relación con el paciente y renunciando peligrosamente a la integración del conocimiento. Esta dañina práctica, el especialismo, Rencoret la denunció ya hace cuarenta años, y es posible que por oponerse a ella haya caído bajo el rayo de la modernidad. Esta modernidad
ahora le cuesta al país ingentes cantidades de dinero y gran dolor y desconcierto de los pacientes.
Esta práctica, además, ha hecho nacer en el hombre la peregrina idea de que la muerte no existe. La medicina ha estimulado y mantenido esta idea y ha ido engendrando un monstruo eterno que tiene la idea de la inmortalidad corporal. El libro del Dr. Lorenzo Cubillos permite rescatar a la muerte y darle su lugar, el que nunca debió perder, porque si seguimos así, cualquier país no podrá contener tanto gasto.
Y parece ser un camino sin salida, porque pocos se han detenido a pensar que la medicina es un arte noble, pero modesto, que se hace con las manos, la mente y la razón, y en el que no cabe la propia ambición del médico sino la del paciente.
Pero, la ambición del paciente se la comió la tecnología usada irracionalmente, el especialismo irreverente.
Esta medicina del hablar y tocar a un paciente está desapareciendo y es imperioso su rescate. Y este rescate se hace con médicos modestos, prestos a escuchar y decididos a pensar en el enfermo antes de usar terapias o de aplicar tecnologías que a futuro, demostrarán que sólo sirvieron para dar dolor, no para aliviarlo.
Ese es el médico que quiso Rencoret.
Ese es el médico que requieren formar las nuevas escuelas.
Las escuelas de medicina de ahora, podrán hallar en este libro el secreto para ser grandes y para rescatar a ese médico.
Ese secreto se llama caridad.

domingo, 6 de mayo de 2007

BITÁCORA AL DÍA

ORDENACIONES E INCARDINACIONES DE DIÁCONOS PERMANENTES
EN LA DIÓCESIS (ARQUIDIÓCESIS) DE PUERTO MONTT — CHILE


TALVEZ LA HISTORIA
del diaconado permanente en Chile deba conceder a la Arquidiócesis de Puerto Montt el acontecimiento de la ordenación del segundo diácono permanente chileno, el 24 de mayo de 1970, luego de la restauración que de este ministerio sagrado acordara el Concilio Vaticano II mediante la promulgación de la Constitución Dogmática “Lumen Gentium”, el 21 de noviembre de 1964 y de las reglas generales resueltas por el papa Paulo VI en el Motu Proprio “Sacrum Diaconatus Ordinem”, en junio de 1967. Pero este hito no ha sido resuelto aún, según los antecedentes que se verán más adelante.
Algún tiempo anterior a la fecha señalada había culminado el Primer Sínodo Arquidiocesano, a que había convocado el Arzobispo de Puerto Montt, Monseñor Alberto Rencoret Donoso. (1 )
Hasta 1983, en que el nuevo Código de Derecho Canónico, incluyó normativas precisas sobre el diaconado permanente, las primeras ordenaciones se efectuaron atendiendo solamente el marco general del ministerio entregadas por los documentos conciliares y la recta inteligencia de los pastores. La Conferencia Episcopal acordó, recién en 1982, unas “Orientaciones para el Diaconado Permanente en Chile”, las que debieron adecuarse a las normas del nuevo Derecho Canónico. En noviembre de 1993, fueron fijadas por la CECH las nuevas orientaciones, ad experimentum por cuatro años, las que se encuentran todavía en nuevo proceso de reformulación.
En 1970, Monseñor Rencoret, luego de consultar al presbiterio y a la Curia Romana, convocó al ministerio del Diaconado Permanente a Sergio Candia Contreras, quien había desempeñado durante todo el proceso del Sínodo Arquidiocesano el cargo de Secretario General del Sínodo, que fuera sólo uno más de los servicios prestados a la iglesia diocesana y arquidiocesana desde 1960. La ordenación se efectuó en la iglesia parroquial de “San Alberto de Crucero” (hoy Capilla de “San Alberto”), por Mons. Alberto Rencoret Donoso. Fue Maestro de Ceremonias el P. Benedicto Piccardo Olivos y concelebran la eucaristía los Presbíteros Gonzalo Téllez Vargas, Juan Espinoza, Párroco de "San Alberto de Crucero", y Héctor Pericó, Vicario General Episcopal. El ordenado Diácono inició su servicio ministerial en esa misma parroquia, entregando asesoría a las comunidades de base juveniles y en la catequesis pre-matrimonial.
La ordenación de Sergio Candia se efectuó a las 10:00 del día 24 de mayo de 1970; y ese mismo día, en la Iglesia Catedral de Santiago, a las 16:00 horas, fueron ordenados otros tres diáconos permanentes, por lo que la ordenación del protodiácono de la Iglesia de Puerto Montt es relativamente la más antigua. Hay informaciones extraoficiales de que, antes que Candia, habrían sido ordenados diáconos permanentes otras dos personas en Talca (posiblemente en 1969) y uno en Santiago (en 1970), siendo éste el Dr. Rodolfo Rencoret Donoso (hermano del Arzobispo don Alberto) cuando se encontraba gravemente enfermo, falleciendo poco después de su ordenación, no llegando a actuar públicamente como ministro. Probablemente sea el Dr. Rencoret efectivamente el protodiácono chileno. ( 2 )
Una circunstancia especial en la ordenación diaconal de Sergio Candia, consigna que faltando sólo días para ella (el 18 de mayo), la Santa Sede había aceptado la dimisión —por edad— de Monseñor Rencoret; era Obispo de Osorno, Monseñor Francisco Valdés Subercaseaux, a quien el Arzobispo Rencoret, ahora Titular de la Arquidiócesis de Silas, solicitó autorización para efectuar la ordenación dentro de la jurisdicción de Puerto Montt y para la iglesia de Osorno.
En los años posteriores, fueron ordenados en la Arquidiócesis otros 18 diáconos e incardinados otros 3 provenientes de otras diócesis. En 2002, se inició la formación de una veintena de candidatos al diaconado permanente, propuestos por las diversas comunidades parroquiales de Puerto Montt. La formación de estos aspirantes culminó en 2006, recibiendo el orden sagrado 13 que lograron llegar hasta el final de este largo proceso. Los diáconos permanentes ordenados en la Arquidiócesis, desde la fecha de su instauración hasta abril de 2007, son los siguientes:

1 por el Arzobispo don Alberto Rencoret Donoso:
Sergio Candia Contreras, (24.5.70) protodiácono.

4 por el Administrador Apostólico don Jorge Hourtton Poissons: ( 3 )
Antonio Ampuero, (actualmente retirado del ejercicio ministerial por su avanzada edad)
Miguel Ramírez (fallecido),
Leonidas Soto (fallecido), y
Lorenzo Stuardo (fallecido).

5 por el Arzobispo don Eladio Vicuña Aránguiz: ( 4 )
Ananías Uribe Hernández (29.12.79);
Washington Chávez Igor (29.12.79);
Celso Jaime Díaz Vivar (29.12.79);
Alexis Hernández Ulloa (12.01.80);
Pedro Rutte García (29.12.79), soltero, posteriormente ordenado presbítero. Fallecido.

9 por el Arzobispo don Bernardo Cazzaro Bertolo: ( 5 )
Guido Nelson Díaz Vivar (20.03.98);
Jorge Alberto Rojas Saldivia (20.3.98);
Francisco Barría Jonson (22.03.98);
Alejandro Basualto Fuentealba (22.3.98);
José Odilo Horn Niklitschek (25.3.98). Fallecido.
Agustín del Carmen Saldivia Torres (27.3.98);
Luis Enrique Suárez Carrasco (27.3.98);
Jorge Raúl Paredes Barría (28.3.98)
Carlos Wagner Catalán (15.12.2000)

13 por el Arzobispo don Cristián Caro Cordero: ( 6 )
Jaime Lavín, quien prestará temporalmente —por motivos de fuerza mayor derivados de su trabajo como funcionario de Aeronáutica— en el Obispado Castrense, Santiago.
Antonio Alcázar, Parroquia Cristo Crucificado de Puerto Montt;
Juan Almonacid, Parroquia San José de Llanquihue;
Jorge Barría, Parroquia Cristo Crucificado de Puerto Montt;
Juan Bastidas, Parroquia Inmaculada Concepción de Frutillar;
Juan Cárcamo, Parroquia María Inmaculada de Cochamó;
Juan Carlos Cárcamo, Parroquia El Buen Pastor de Puerto Montt;
Daniel Coñoecar, Parroquia San Pablo de Puerto Montt;
Víctor Guerrero, Parroquia San Pedro de Puerto Montt;
César Meza, Parroquia San José Obrero de Puerto Montt;
Marcos Pérez, Parroquia San José Obrero de Puerto Montt;
Héctor Uribe, Parroquia Inmaculada Concepción de Frutillar
Jaime Vargas, Parroquia El Buen Pastor de Puerto Montt.
Todas esta ordenaciones se efectuaron el 21 de abril de 2007.
( http://www.arzobispadodepuertomontt.cl/Notiarqui.htm )

3 reincardinados:
Roberto Italo Von Marttens Osorio, — proviene de la Arq. de Los Ángeles (17.3.74)
Carlos Alfonso Berríos Pérez, S.I. — proviene de la Arq. De Antofagasta. (22.4.79)
Heriberto Caro…
------------------------------------------------------------------------
NOTAS:

1-Mons. Alberto Rencoret Donoso. Obispo y Arzobispo de Puerto Montt. Nació en Talca, Chile, el 12 de noviembre de 1907. Ordenado sacerdote en Santiago el 15 de agosto de 1935. Fue rector del Seminario de Santiago. El Papa Pío XII lo eligió como segundo Obispo de Puerto Montt el 21 de marzo de 1958. Consagrado en el Templo de los Sacramentinos, en Santiago, el 1 de junio de 1958 por Monseñor Sebastiano Baggio, Nuncio Apostólico. Su lema episcopal fue: Ave Crux Spes Unica. Al ser creado el Arzobispado de Puerto Montt el 10 de mayo de 1963, el Papa Juan XXIII lo designó su primer Arzobispo. Participó en las cuatro Sesiones del Concilio Vaticano II. Celebró el II Sínodo de Puerto Montt (I Arquidiocesano) en 1969. Su renuncia al Arzobispado fue aceptada por la Santa Sede el 18 de mayo de 1970, y el Papa Pablo VI lo trasladó a
la sede titular de Sila. Se retiró a vivir en Constitución y allí fue Vicario General del Obispo de Linares. Falleció en Santiago el 25 de julio de 1978.

2-Dr. Rodolfo Rencoret Donoso fue Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Chile por tres períodos, y su Primer Profesor de Cirugía. Llegó a dicha Facultad cuando ésta era apenas un esbozo de escuela, un retoño, abandonando una posición estable en su profesión, para darle a esa casa de estudios todo su esfuerzo. Hombre de profundas convicciones religiosas, fue ordenado diácono estando en su lecho de enfermo y en plena vigencia profesional, a los 66 años. Esto, en un mundo como el de ahora, en que prima la indiferencia por el otro, la persecución del lucro y la ganancia fácil, la carrera desmedida en pos del éxito, la alta competitividad, el uso de la ciencia y la tecnología para avasallar al hombre más que para servirlo…” Extraíso de: “Profesor Doctor Rodolfo Rencoret Donoso, Médico y Cristiano ejemplar”. Dr. Santiago Soto Obrador. Facultad de Medicina, Universidad Finis Térrea. Rev. Chilena de Cirugía. Vol 55 - No 4, Agosto 2003; págs. 405-407

3-Monseñor Jorge Hourton Poisson, Obispo emérito Auxiliar de Temuco. Nació en Saubuse (diócesis de Aire y Dax), Francia, el 27 de mayo de 1926. Recibió la nacionalidad chilena en 1969. Fue ordenado sacerdote el
24 de septiembre de 1949 en la Catedral de Santiago por el Card. José María Caro, Arzobispo de Santiago. Del clero de Santiago. Estudió en el Seminario de Santiago y en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile. Licenciado en Teología. Doctor en Filosofía en el Ateneo Angelicum de Roma. Fue profesor en la Universidad Católica de Chile y en el Seminario. Fue nombrado Rector del Seminario de Santiago, en 1967. Se desempeñó como párroco de Cristo Crucificado, en Santiago y Decano de Renca. El Papa Pablo VI lo eligió el 15 de Febrero de 1969 Obispo titular de Materiana y Auxiliar de Mons. Alberto Rencoret, Arzobispo de Puerto Montt. Fue consagrado Obispo el 20 de abril de 1969 en el templo parroquial de La Estampa, en Santiago. Co-consagrantes principales fueron Mons. Emilio Tagle, Arzobispo-Obispo de Valparaíso, y Mons. Carlos González, Obispo de Talca. Su lema episcopal fue: Evangelizare Pauperibus. Participó en el II Sínodo de Puerto Montt (I Arquidiocesano), en 1969. El 18 de mayo de 1970 fue designado Administrador Apostólico de Puerto Montt, sede vacante. Tomó posesión del Arzobispado el 22 de mayo de 1970. Hizo la Visita ad limina en 1974. El Papa Pablo VI lo designó Obispo auxiliar del Cardenal Raúl Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago, el 18 de febrero de 1974. Fue Vicario episcopal zonal en Santiago. Posteriormente fue elegido Obispo Auxiliar de Temuco. También fue Rector de la Universidad Católica de esa ciudad. Ha desempeñado algunos cargos en el Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM.

4-Mons. Eladio Vicuña Aránguiz II Obispo de Chillán, Chile y II Arzobispo de Puerto Montt. Nació en Santiago de Chile el 2 de junio de 1911. Ordenado sacerdote en la Catedral de Santiago el 22 de septiembre de 1934 por Monseñor José Horacio Campillo, Arzobispo de Santiago. Párroco de Santa Teresita, entre 1935 y 1947. Párroco fundador del Buen Pastor, entre 1947 y 1955. Prelado doméstico de Su Santidad. El Papa Pío
XII lo eligió Obispo de Chillán el 28 de agosto de 1955. y consagrado en el templo del Buen Pastor, en Santiago, el 18 de octubre de 1955 por Monseñor Ramón Munita Eyzaguirre, Obispo de Puerto Montt. Su lema episcopal fue Gressus Meos Dirige. Tomó posesión de la diócesis el 23 de octubre de 1955. El Papa Pablo VI lo promovió al Arzobispado de Puerto Montt el 16 de julio de 1974. Tomó posesión del Arzobispado el 18 de agosto del mismo año. Participó en cuatro Sesiones del Concilio Vaticano II. El Papa Juan Pablo II le aceptó su renuncia al Arzobispado de Puerto Montt por razones de edad, el 13 de mayo de 1987.

5-Mons. Bernardo Savino Cazzaro Bertolo, o.s.m. Obispo titular de Pirgo. Arzobispo emérito de Puerto Montt. Nació en Abbazia Pisani (Treviso), Italia, el 28 de noviembre de 1924.Recibió la carta denacionalidad chilena el 2 de julio de 1970. Religioso de la Orden de los Siervos de María. Estudió Teología en la Facultad Marianum en Roma y Filosofía y Letras en la Universid ad Católica de Milán. Tomó el hábito en la Provincia de Venecia el 11 de agosto de 1941. Profesó sus votos simples el 15 de agosto de 1942 y los votos solemnes el 22 de septiembre de 1946, en Roma. Fue ordenado sacerdote el 16 de abril de 1949 en la Basílica de San Juan de Letrán, en Roma. Fecha Ordenación Episcopal: 13 de febrero de 1964. Lema Episcopal:.

6-Mons. Cristián Caro Cordero, Arzobispo de Puerto Montt, nació en Santiago de Chile el 16 de febrero de 1943. Finalizada su educación media, ingresó a la Escuela de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde se manifestó su vocación sacerdotal. En 1965, ingresó al Seminario Pontificio Mayor de Santiago. Licen
ciado en Teología en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ordenado sacerdote por el Cardenal Raúl Silva Henríquez el 23 de Diciembre de 1973 en Puente Alto. Vicario Episcopal para la Zona Oriente del Arzobispado de Santiago, desde el 10 de Mayo de 1987 hasta el 21 de Julio de 1992. El 13 de Marzo de 1991 fue nombrado por S.S. Juan Pablo II Obispo Titular de Arcavica y Auxiliar del Arzobispo de Santiago. Mons. Carlos Oviedo Cavada lo consagró Obispo el 14 de Abril de 1991. Su lema: "La Primacía de Cristo en Todo". Vicario General de Pastoral del Arzobispado de Santiago. En noviembre de 1991 es elegido Secretario General de la Conferencia Episcopal de Chile (CECH). Miembro de la Comisión Pastoral de los Obispos, Presidente del Área de Agentes Evangelizadores y miembro de la Comisión Doctrinal. Nombrado Arzobispo de Puerto Montt, toma posesión de la Arquidiócesis el 31 de Marzo, sucediendo a Mons. Bernardo Cazzaro Bertollo.