
Nuestro querido Diácono don ANTONIO AMPUERO, nació el 7 de noviembre de 1915, en la localidad "Potrero del Norte", comuna de Los Muermos; es uno de los diáconos ordenados por el Obispo don Jorge Hourton Poisson, cuando ejercía como Administrador Apostólico de la diócesis de Puerto Montt, tras la jubilación de Mons. Rencoret Donoso. Al tiempo de su ordenación, Don Antonio ya tenía el oficio de servidor del Pueblo de Dios; desde los 16 años de edad, había reemplazado a su padre en el cargo de Fiscal, servicio tan común en los sectores rurales donde no existía un servicio religioso regular de sacerdotes. Por aquél entonces (1930), ganaba el sustento familiar trabajando como obrero agrícola, lechador y carpintero. De sí mismo, cuenta que fue analfabeto hasta el tiempo de su conscripción. En ese tiempo conoció al “señor Canales”, funcionario de Vialidad en la Oficina de Caminos, quien le enseñó a leer y escribir “y, también, a sumar”.
Casado con doña Elba Galdámez, quien le dio diez hijos, de los que sobreviven siete. En 1964, bordeando los cincuenta años de edad, establece su residencia en Puerto Montt, como socio de la Cooperativa “Techo Para Todos”, del Padre José Fernández. Se mantiene en el servicio de la comunidad parroquial de Bellavista, asistido

El 18 de diciembre de 1971 fue ordenado diácono permanente (junto a don Leonidas Soto, don Miguel Ramírez y don Lorenzo Stuardo), ejerciendo su ministerio en la Parroquia de San Antonio, de Bellavista.
El 9 de diciembre de este año 2010, día siguiente al de conmemoración de la Inmaculada Concepción, fue llamado a la Casa del Padre, a la edad (certificada por el Registro Civil) de 95 años (real de algo más de cien, según sus propios recuerdos) y a sólo días de cumplir 35 años de ministerio diaconal. En su modesta vivienda de Techo Para Todos, que en vida compartiera junto a su esposa, doña Elba, (q.e.p.d.) y sus hijos, recibe la visita de sus familiares, amigos y de los diáconos que se acercan a saludar a sus deudos y compartir oraciones por el eterno descanso de su generosa alma. Tuvo una vida santa y, con seguridad, ha sido recibido con alegría por el Señor en la morada que le tenía preparada. El diaconado permanente y el pueblo de Dios agradecen al Creador el don de su vida ejemplar.
Nota del Ínfimo diácono Sergio